Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


100216
Legislatura: 1888-1889
Sesión: 22 de enero de 1889
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Marqués de Sardoal.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 27, 366-367.
Tema: Situación actual de la Diputación provincial de Madrid.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): El Sr. Marqués de Sardoal debe comprender que desde el momento en que fue aceptada su interpelación por el Gobierno, estaba S.S. en el derecho de explanarla como lo tuviera por conveniente. Puede, pues, S.S. explanarla hoy, como pudo explanarla (y en mi entender debió hacerlo) el día que la anunció, puesto que el Gobierno la aceptó in contimenti; porque es preciso, Sres. Senadores, poner las cosas en su verdadero lugar. Todo Sr. Senador tiene el derecho de interpelar al Gobierno, es un derecho indiscutible, y el Gobierno tiene el deber de contestar; pero a lo que no tiene derecho el Senador en una interpelación es a elegir el Ministro que ha de contestarle. A eso no tiene derecho, porque no estaría bien, Sres. Senadores, que a una interpelación anunciada sobre asuntos de marina, se exigiera que contestase el Sr. Ministro de Gracia y Justicia; o que a una interpelación sobre asuntos del Ministerio de Gracia y Justicia, se exigiera que contestase el señor Ministro de la Guerra; y que a todas las interpelaciones que a los Sres. Senadores les parezca explanar sobre los asuntos de todos los departamentos ministeriales, se exigiera que contestase el Presidente del Consejo de Ministros. ¡Buenos andarían los Presidentes del Consejo de Ministros si esto se hiciera y aceptase! Otra cosa es que un Senador amigo, como prueba de cariño, o que un Senador adversario, como prueba de deferencia, tenga el gusto de que el Presidente del Consejo de Ministros le conteste sobre un asunto de cualquier departamento, para que el Presidente del Consejo de Ministros (mucho más siéndolo yo, que soy siempre muy complaciente, y procuro serlo mucho más cuando se trata de representantes del país) estudie especialmente el asunto y debata con mucho gusto, como prueba de cariño con el Senador amigo, y como prueba de deferencia con el Senador adversario. Pero cuando se llega a exigir, casi, casi a amenazar, y a emplear palabras de sentido dudoso. ¡ah! entonces al derecho del Senador contesta el Gobierno con su derecho.

Yo debo declarar que habiendo recibido un B. L. M. del Sr. Marqués de Sardoal advirtiéndome que iba a anunciar al Gobierno una interpelación sobre asuntos de la Diputación provincial, cumplí con mi deber, como debía cumplirlo; en el acto llamé al Sr. Ministro de la Gobernación y le entregué el B. L. M. (y por cierto que otro igual había recibido dicho Sr. Ministro), y le dije: ?puesto que se trata de asuntos de su departamento, vaya Vd. a contestar al Sr. Marqués de Sardoal?; y en efecto, el Sr. Ministro de la Gobernación vino y aceptó la interpelación de S.S.; y yo no vine porque tenía otro asunto que, en mi opinión, era más interesante, de más importancia que el que S.S. indicaba en su interpelación. Yo me encontraba con dos interpelaciones, la una que se refería a asuntos de la Diputación provincial de Madrid, a asuntos en que yo no entiendo ni tengo obligación de entender, pues para eso está el Sr. Ministro de la Gobernación; y la otra, que versaba sobre asuntos internacionales, de suma gravedad, que podían afectar a uno que había sido compañero mío y mi deber, por tanto, mi dignidad, me aconsejaba, que estuviese en el banco del Gobierno en la otra Cámara, por si ése que ya no era compañero mío necesitaba mi auxilio o mi defensa. Yo que tenía el derecho de la elección, claro está que opté por ir a la otra Cámara; pues en otra ocasión hubiera yo oído con mucho gusto al señor Marqués de Sardoal, no para contestar a la interpelación que anunció, sino por si tenía la bondad de ocuparse de mi persona.

Está, pues, S.S. en el derecho de explanar su interpelación: aquí está el Sr. Ministro de la Gobernación que le contestará, y si al explanarla tiene S.S. la bondad de aludir a mi persona o a mis actos, yo, que soy juez de las alusiones que se me dirigen y de la importancia que deba darles, veré si debo contestar a S.S., y los términos en que debo hacerlo. (Muy bien; muy bien).

Está, pues, el Sr. Marqués de Sardoal en el derecho de explanar su interpelación, como lo estaba en el día que la anunció; únicamente le voy a suplicar que otra vez no me trate como lo hizo en ese día, que entregado, sin duda, a su fantasía, creyó que yo no estaba aquí porque huía. Yo no huyo nunca, ni de nada ni de nadie, y sobre todo, mucho menos huyo del cumplimiento de mi deber. Si yo no estaba aquí, era porque no podía estar, porque no debía estar, pues atenciones, como he dicho antes, más importantes, me llamaban a la otra Cámara; además de que el Gobierno se hallaba aquí representado (aparte de que pudiera [366] haberlo sido por cualquier otro Ministro, toda vez que allí donde está un Ministro cualquiera con el encargo del Gobierno, allí está el Gobierno); el Gobierno, repito, se hallaba aquí representado por el señor Ministro de la Gobernación, encargado de las Diputaciones provinciales en sus relaciones con el Gobierno, que es, por tanto, el Ministro más competente y el cual podía contestar a S.S. Reconozca, pues, su señoría que no estuvo justo conmigo; espero que hoy lo estará más, y se lo agradeceré, porque no me gustan las injusticias de nadie, pero mucho menos de los que se llaman amigos, de los que lo han sido, y de los que me parece que, aunque débiles pruebas, tienen algunas de mi cariño y amistad. [367]



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL